Dra. Concepción Palacios Herrera
Nicaragua
El camino de las mujeres a través de la historia no ha sido fácil. En especial al tratarse de su participación en campos como las ciencias, política y tecnología. En muchas ocasiones, las mujeres, se vieron obligadas a aprender y ejercer en la clandestinidad ya que por tanto tiempo se vió obstaculizado su acceso a la preparación académica. Como en tantas ocasiones, su trabajo ha sido poco o nada reconocido. Sin embargo, esto no fue obstáculo para que muchas matriarcas lograran salir adelante y llegaran a desarrollar importantísimos logros. Entre estos obstáculos se encuentra la profesión de la medicina.
Durante mi niñez pude visualizar la carencia de representación femenina en este campo. Todos los médicos que visitaba eran hombres. Y, tan pronto expresé mi sueño de estudiar medicina; conocí la negación. A esto se le añadieron los obstáculos económicos y sociales de mi familia. Finalmente, después de años estudiando arduamente mis ciencias, tuve que salir del país que me vio nacer para lograr mi sueño. Lamentablemente, esto ocurrió un par de décadas atrás y no mucho ha cambiado en nuestra sociedad.
Aún vemos que el abismo entre hombres y mujeres en el campo de la medicina está presente. Según el World Economic Forum, los doctores masculinos en los EE. UU. ganan $2 millones más que sus contrapartes femeninas durante una carrera de 40 años. En el resto del mundo, no hay diferencia alguna a este dato. El abismo salarial del 25%, revelado en el informe de Asuntos de Salud, se representa en la especialidad, el horario, la ubicación y los años de experiencia. En fin, las mujeres necesitan más representación aunque se pronostica que tomará 136 años cerrar la brecha de género.
La primera doctora en medicina de Centroamérica nació y murió en Nicaragua. Vivió 50 años de exilio político, atendió a sobrevivientes de campos de concentración nazi y regresó al país para recibir honores por su labor médica y revolucionaria en el exterior. Sin embargo, la vida de Concepción Palacios Herrera requirió muchos sacrificios.
“Conchita,” como le llamaban con cariño, estudió hasta sexto grado debido a la situación económica de sus padres. Sin embargo, su ambición por aprender la llevó a solicitar una beca en la Escuela Normal de Señoritas. Ahí conoció a Josefa Toledo de Aguerri, una feminista que le brindó apoyo en su esfuerzo por terminar sus estudios.
Conchita nació el 5 de diciembre de 1893 en El Sauce, Nicaragua. Sus padres fueron Pío Palacios -aserrador- y Baltazara Herrera -partera y curandera. Ella era buena estudiante y le fascinaba aprender pero provenía de una familia con 7 hijos, de escasos recursos y donde el dinero no alcanzaba. Así, un día decidió escribirle una carta al Ministro de Educación Pública solicitando una beca y la respuesta no se hizo esperar: podría asistir a la Escuela Normal de señoritas de Managua. Aunque era excelente alumna, fue expulsada por negarse a la comunión obligatoria. Es así como Josefa Toledo luego le ayuda a concluir sus estudios.
Conchita optó por seguir estudiando, y se decidió por la medicina, un área profesional que, como todas las otras, era entonces un campo de actividad exclusivamente masculino. Ingresó a la Escuela de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) convirtiéndose en la primera y única mujer estudiante en Medicina de la época. Aquí fue víctima de incomprensiones y hostigamientos lo que la obligó a buscar nuevos horizontes en Méjico para estudiar en la Universidad Nacional Autónoma de Méjico (UNAM) donde, gracias a Gabriela Mistral, obtuvo una beca completa.
En 1927 Concepción Palacios Herrera obtuvo el título de médico cirujano en la UNAM y se convirtió en la primera doctora de Centroamérica. Su diploma universitario fue fechado el 28 de noviembre de 1928.
En este año, con título en mano, regresó a Nicaragua, se involucró en actividades políticas y apoyó la lucha de Sandino contra la ocupación estadounidense, lo que le costó la cárcel y el exilio.
Regresó a México, de ahí, pasó a Estados Unidos -para desempeñarse como cirujana y obstetra, especialidades en las que se destacó-, y luego se dirigió a Europa, donde después de finalizada la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) desarrolló trabajo voluntario como parte del grupo de médicos estadounidenses en los campos de concentración.
Recorrió el mundo como destacada profesional, dirigente feminista y política, lo que la llevó a relacionarse con personalidades, entre ellos, el presidente de Méjico Lázaro Cárdenas, artistas e intelectuales; Gabriela Mistral, Pablo Neruda, David Alfaro Sequeiros, Salvador Allende y Ernesto Che Guevara. Su ideal de ver a Nicaragua libre de la dictadura somocista, la convirtieron en una incansable luchadora.
Intentó en varias ocasiones regresar a su amada Nicaragua, pero su entrada fue impedida por la dictadura de Somoza García y Somoza Debayle. No fue hasta finales de 1979, tras el triunfo de la Revolución Sandinista, y una vez vencidos los dictadores, Conchita logró regresar al país, donde finalmente recibió, en 1980, el Doctorado Honoris Causa de la UNAN. Sin embargo, Concepción moriría en su patria a causa de leucemia el 2 de mayo de 1981.
“Muere Conchita, una sandinista de corazón”, tituló La Prensa el 3 de mayo del 1982. Ese día el cuerpo de la doctora Conchita Palacios Herrera viajó de regreso hasta El Sauce, León, donde cumplieron su voluntad de enterrarla junto a sus padres, don Pío el aserrador y Baltazara la curandera del pueblo.
Conchita Palacios pagó con 50 años de exilio su ideología política.
En septiembre de 1982 el Gobierno inauguró en Managua el Complejo de Salud Central de Nicaragua con el nombre de Dra. Concepción Palacios. Centro asistencial así nombrado en homenaje de la primera médica nicaragüense y que es popularmente conocido como “El Conchita”. Ni ella ni su familia estuvieron ahí. Conchita tampoco pudo abrir el consultorio popular que tanto quería en su pueblo natal para “ayudar en algo, hacer algo por el pueblo.”
La Dra. Concepción "Conchita" Palacios Herrera fue la primera mujer médica de Nicaragua y Centroamérica, dueña de una personalidad multifacética, luchadora, pionera, amante al aprendizaje y símbolo de protesta contra las atrasadas condiciones sociales y políticas de su tiempo.
Chequea estos videos sobre la maravillosa Conchita